No hay COVID que dure años ni médicos que lo permitan

Por: Edgardo A. Santiago Arrieta / edgsanar@hotmail.com

Colombia registra cifras alarmantes en su lucha contra el COVID-19; acaba de superar a China en cantidad de muertos, a Italia en muertos diarios y estamos tras varios récords desastrosos de los países que más se han equivocado en esta crisis sanitaria. En este escenario, la Organización Mundial de la Salud y las autoridades nacionales, en cabeza del presidente de la República y de su Ministro de Salud, llevan la peor parte, las EPS se agazapan tras protocolos y formalismos que cobran vidas y siembran dolor, horror y más desconfianza en la población. Sólo un puñado de médicos se han resistido a continuar acatando impávidamente las exigencias que imponen los académicos, las organizaciones médicas y los grandes laboratorios. Vemos una luz en medio de tanta oscuridad.

Nuestras autoridades nacionales y locales se han movido en una curva intermitente de restricciones y libertades, aciertos y desaciertos, amenazas y sanciones, logros y resultados vergonzosos. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales nos inundan de noticias y de comentarios, unos espontáneos y altruistas, otros no menos que irresponsables, las familias colombianas ven como mueren sus seres queridos sin poder estar a su lado ni sentir la tranquilidad de despedirlos, y menos, tocarlos. Es un panorama desalentador alimentado por reglas ineficientes en la lucha contra el virus, aletargado por el peso de protocolos con demasiado apego académico, inducidos por poderosos laboratorios y capitalistas de la salud que trabajan sin cesar por encontrar una solución, pero a pasos de tortuga mientras las víctimas y el miedo crece a pasos agigantados. Basta hablar con los deudos de los fallecidos para sentir el dolor que padecen y que se multiplica por las medidas insensibles que impiden darles una voz de aliento o de tenerlos cerca, en muchos casos el escenario es de horror porque les devuelven a sus seres queridos en una urna con cenizas y sin mayores explicaciones, han llegado, incluso, a entregar los cadáveres equivocados a sus parientes.

Las denuncias contra el sistema de salud en la ciudad de Barranquilla aumentan al mismo ritmo de los contagios y de los muertos. La falta de control creíble sobre las clínicas, hospitales y las EPS ha conllevado a una clara y justificada desconfianza creciente contra las autoridades y contra todo el sistema de salud. Hoy la mayoría prefiere sobrellevar sus males y patologías en casa, en lugar de exponerse a ingresar a una clínica o un centro de salud. Muchos ponen en duda los reportes de muertos por el covid 19 en la ciudad, pues numerosos familiares denuncian que sus parientes ingresaron por otras patologías, pero mueren en los pasillos y en las unidades de cuidados intensivos reportados como víctimas del virus, sin haber recibido nunca los resultados confirmatorios de que lo padecían, y lo peor es que no podrán nunca comprobarlo porque los cuerpos son cremados sin excepción.

Lo anterior teje un manto de duda sobre nuestra tasa de mortalidad, dado que inexplicablemente hemos llegado a superar en un 60% la nacional. Barranquilla registró a comienzos de Julio una tasa de mortalidad por el virus de 5.83% en una población de 14.987 infectados, mientras que la nacional era del 3.47% resultante de 4.064 fallecidos frente a 117.110 infectados. La pregunta que surge en la malicia criolla, es si las clínicas encontraron un negocio en el río revuelto del COVID-19 y en las improvisaciones de las autoridades.

La dexametazona, azitromicina, cloroquina e hidroxicloroquina, la Ivermectina y las infusiones de eucalipto y de jengibre han demostrado en países como Perú, Ecuador, Chile, Argentina, México, en el estado de Texas en los EEUU, en Italia y en España, que combaten el crecimiento y los efectos mortales de la enfermedad. La práctica médica respalda estos resultados, pero la OMS aún no lo hace. Un artículo difundido por National Geographic, disponible en https://www.nationalgeographicla.com/ciencia/2020/06/tormenta-de-citoquinastratamiento-coronavirus, afirma que se han registrado notables avances en la lucha contra el Covid-19, pero no son resultados con respaldo científico; sin embargo, es categórico en afirmar que la clave para salvar vidas está en inhibir la tormenta de citoquinas que el organismo humano libera para combatir el Covid -19. Por otra parte, según el periódico, Universo de Ecuador, en su edición del 25 de marzo de 2020, la Universidad de la Habana – Cuba, afirma que el Coronavirus no se desarrolla en ambientes donde se usa el 1,8 Epoxi -p mentano que es el componente anti virucida, antiséptico y bactericida del Eucaliptol, más conocido como Eucalipto.

Si en la provincia de Guayas, en Ecuador, lograron detener el desastre de muertes y contagios por el virus, y llegaron a cero muertos luego de mes y medio de trabajo; si investigadores y médicos en los Estados Unidos, México, Perú, Honduras y en Colombia, afirman insistentemente que medicamentos como la Ivermectina, la azitromicina, la aspirina y la cloroquina han sido eficaces en la lucha contra el virus, y que han logrado detener la cifra de muertos, y reducido notablemente los pacientes que ingresan a UCI por esa patología, por qué en Colombia seguimos empeñados en seguir recetando solo acetaminofén e ibuprofeno mientras las familias se llenan de dolor y muerte, llevándonos a los peores registros en Latinoamérica y en el mundo. Es como pretender ganar una pelea usando guantes de seda ante un rival que usa guantes de hierro.

Gracias a las redes sociales y a la magia del Internet, en Barranquilla y en el todo el Caribe, son cada vez más las familias que confían sus vidas a las recomendaciones de esos médicos que se atreven a honrar el pacto por la vida de sus pacientes y se apartan de los protocolos inservibles que imponen las EPS y las autoridades de salud nacional y local. Ellos no se quedan en el recetario para la gripe común, porque el dolor de sus pacientes los ha hecho reaccionar, y aunque les toque recetar a escondidas o sin el consentimiento de las EPS y de los secuaces de la salud, representan una luz de esperanza que se prende para todos. Estamos convencidos que en pocas semanas tendremos resultados que nos harán volver a sonreír, volver a creer y, sobre todo, afirmar que no hay COVID que dure años, ni médicos que lo permitan.