Conversaciones con mi otro yo

3 de enero de 2021Opinión Ulises Redondo

Por Ulises Redondo C.

No pienses que estoy loco mi otro yo. Bueno, si lo haces no tiene la menor importancia, cada ser humano, sin excepciones, se deja arrastrar por su demencia.

Mi otro yo, quiero conversar contigo sobre un asunto que me atormenta:

Este mundo lo controlan los «enanos»  mentales y también los de baja estatura, en ocasiones se juntan las dos limitaciones en un mismo sujeto que vive duramente traumatizado en su ñiñez, adolecencia y parte de su juventud, por estos complejos de inferioridad.

Un ejemplo mundial fue Napoleón Bonaparte cuya estatura era de 1,68 metros

Durante poco más de una década, tomó el control de casi toda Europa Occidental y Central. En esos dos lustros también fue emperador de Francia y rey de Italia. Su poder y ambición expansionista llegó hasta Méjico.

A pesar de sus características pitufescas, Napoleón se ufanaba en decir que él no era alto, pero si grande, el complejo de inferioridad (porque según un amigo mío que no es psicólogo ni psiquiatra, no existen complejos de superioridad porque entonces no sería un trauma psicológico y simplemente él lo dice, es verdad) hizo mella en el pobre Napito.

Colombia también tiene actualmente un emperador enano diabólico. Aunque Chuckys como este último siempre han gobernado lo cual revalida mi teoría.

Ahora, paso a explicar mi teoría: los enanos sufren del complejo de inferioridad durante su niñez, adolescencia y parte de su juventud. Son menospreciados, humillados, hasta que se revelan y el odio contra ellos mismos y contra la sociedad hace en ellos una especie de metamorfosis mental a la inversa, es decir pasan a tener complejo de superioridad. Ese estímulo que los impulsa, ese acicate poderoso los transforma. En adelante, «piensan» en grande y actúan como gigantes, como si el espíritu verde de Hulk el hombre Increíble los poseyera, intentando recuperar la dicha que les fue negada por la naturaleza y al final, se transforman, se desnaturalizan. Ambicionan conquistar el mundo, tener grandes riquezas. Son expansionistas, algunos conquistan otras naciones, otros, roban tierras del Estado hasta convertirse en exitosos terratenientes, dueños de media Colombia, en tanto reparten la otra media entre sus hijos y esposa. Son adictos a las cosas grandes, amplias, amplificadas, así son también sus mentiras, pero la fama es un cómodo sillón donde descansan. No miento, observa que los niños saben quien es Blanca Nieves gracias a la fama de los siete enanitos. Son grandes conquistadores, hasta en el amor. Tienen colección de mujeres, entre más voluptuosas, mejor.

En su defensa se puede argüir que las mujeres prefieren a los enanos y eso se nota en el baile. El enano llega a donde otros no llegan porque lo que le impide la estatura lo logra con la lengua. Y es que en el amor a las mujeres no les interesa si el pito es grande o pequeño, ellas se enamoran del lenguaje, de los hombres que les hablen bonito y le dediquen poemas de amor. Por eso la lengua es sumamente vital en el apareamiento. Y en esa materia los enanos sacan ventaja.

Yo personalmente, odio a los enanos. Son peligrosos y no se los recomiendo a nadie como amigos.

Ellos «piensan» en grande, poseen todo lo grande y se quedan con todo lo grande, el problema grande es que empequeñecen a toda la nación, a casi un pueblo entero. Terminamos convertidos en enanos por culpa de un enano. En el fondo de su mente enferma eso lo hace feliz, porque ahí esta su revancha y la dulzura de la venganza. Él dirá sarcásticamente, con una burla dibujada en su rostro: ¡Y ahora, quién es el enano!

Es un craso error y un peligro inconmensurable entregarle el poder a un enano. Ni en juego. ¡Que tal, un pueblo eligiendo por lástima a un presidente enano, pensando que se ve chistoso en el trono y que el pitufo los salvará! Bueno, en realidad eso ha pasado en 200 años de vida republicana. Enanos eligiendo, enanos gobernando… Ya yo no se si vivo en Colombia o en Pitufilandia.

Me escuchaste mi otro yo. No has dicho ni una sola palabra. Esto no es un monólogo… ¡Ah, ya veo, tu también guardas silencio como todos!…Bueno te considero porque ante tanto horror lo único grande es el silencio.

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