La misión Caribe
18 de agosto de 2021Victor Herrera Michel
Por: Víctor Herrera Michel
La denominada “Misión de Internacionalización” –bajo el liderazgo de la vicepresidenta de la república y Canciller, Martha Lucía Ramírez, y comandada por el profesor Ricardo Haussmann, de la Universidad de Harvard– acaba de publicar su informe en el que establece “..una serie de recomendaciones y lineamientos de política con el fin de contribuir a la efectiva integración del país en la economía mundial, promoviendo el aumento, la diversificación y la generación de mayor valor agregado en las exportaciones..”
Al reconocer que Colombia exporta menos de la mitad de lo que debería, dado el tamaño de su población y del PIB, y de que, con relación a este último, la participación del comercio ha sido igual durante los últimos 50 años, lo que percibimos del informe, con profundo respeto, es que fue concebido desde el centro del país sin tener en cuenta mayormente a las regiones (con sus propias características, fortalezas y debilidades). Además cae en el error de confundir, como lo ha advertido el gurú de la competitividad Michael Porter, la Eficiencia Operacional con la Estrategia al buscar ahondar en aspectos internos tales como la cualificación del capital humano, la intensificación de la tecnología y la revisión de los factores que conforman el denominado “costo país” – y que por supuesto importan – antes que la necesidad de priorizar la mirada analítica al mundo para orientarnos hacia las necesidades y demandas específicas del mercado y recomponer toda la estructura interna para poder llegar a ellos con una oferta competitiva.
En contraste, en 2010 el entonces canciller, Jaime Bermúdez, convocó la “Misión de Política Exterior” con la participación del exvicepresidente Gustavo Bell, el director de Fedesarrollo Mauricio Reina y el ex jefe del equipo negociador de los TLC Hernando José Gómez, entre otros y, como invitado, el Vicerrector de la Universidad de Harvard, Jorge Domínguez.
Las recomendaciones que entonces hizo en lo concerniente a las relaciones con el Gran Caribe no solo están vigentes hoy, sino que involucra el protagonismo de nuestra región.
Por ejemplo, recomendaba al gobierno el deber de: apoyar la “Estrategia de Cooperación en la Cuenca del Caribe”; Ejecutar una estrategia de comunicación con el apoyo de instituciones públicas y privadas de la región Caribe y los medios de comunicación, que diera mayor visibilidad a su pertenencia a la región; Convertirse en el principal impulsor del eje temático de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) en cultura, ciencia y tecnología, salud y educación con una subsede del respectivo comité en Cartagena o Barranquilla; Fomentar alianzas académicas, en particular con la West Indies University y las universidades públicas como la del Atlántico, Cartagena y la Nacional en San Andrés que deberían asumir la coordinación de esta iniciativa; Concertar con las secretarías distritales y departamentales de cultura de los departamentos de la región Caribe, como lo contempla el documento “Compendio de políticas culturales” del 2009, una estrategia de integración social y cultural con el Gran Caribe; Impulsar la divulgación de la “Política nacional del océano y de los espacios costeros”, expedida en el 2007; Promover una asertiva política comercial con los países del denominado Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras), con los cuales existe un TLC, y con los países de CARICOM.
Lamentablemente todo eso sigue en el papel y aún hoy reusamos a integrarnos con más de 20 países de la Gran Cuenca del Caribe, con los cuales tenemos afinidades y similitudes muy notorias, lo que redundaría seguramente en un importante motivo de progreso y desarrollo para nuestros pueblos. La misión sigue pendiente.