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Vida, Pasión y muerte de nuestro Señor Libertador Bolívar – LaMetroNoticias.com

Vida, Pasión y muerte de nuestro Señor Libertador Bolívar

6 de abril de 2023Ulises Redondo
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“El pueblo es (el verdadero) el ejército”


Por Ulises Redondo Cienfuegos

El bonachón de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco dejó de disfrutar una fortuna calculada en 8 millones de dólares para la época por dedicarse a la liberación de la Nueva Granada. No sin antes enfrentarse al ejército de la puta madre España, el más poderoso en aquellos tiempos. Bolívar sacrificó su propia vida cuando pudo ser perfectamente feliz casándose con Manuelita Sáenz y tener su prole. Pudo dejar el verguero ese de los ideales libertarios e irse a vivir a París con su Manuela.  De seguro allá, con su talante intelectual, hubiese sido un conferencista de talla internacional, con el auspicio de Napoleón Bonaparte, no como los chambones de Gaviria, Pastrana, Santos y Duque. 

Al parecer no dejó hijos porque el apellido Bolívar es escaso en Colombia. O sus hijos repudiaron al padre que los abandonó por andar en los menesteres de la guerra que le valió ser el padre de cinco naciones. ¿Renunciaron al apellido Bolívar? Ahí está Gustavo Bolívar, pero dudo, por sus facciones que sea tátara nieto del Libertador. Aunque «Tavo» tiene un buen discurso.

Pero Bolívar, irreverente por naturaleza  y acostumbrado desde su niñez y adolescencia a no hacerle caso a nadie y mandar pal carajo a cualquiera sin importar si era su padre Juan Vicente o sin reconocer el rango de sus tutores excepto, finalmente, el de su tocayo, maestro y amigo Simón Rodríguez, no pudo evitar ser arrastrado por la vorágine de los cambios «revolucionarios» iniciados por Francisco De Miranda contra el yugo de la corona española.

Era mejor que nos hubiese seguido gobernado el Rey Fernando VII y no los carcamanes criollos aristócratas, resentidos y taimados. ¡Hombe! Hoy fuéramos españoles integrados a la Comunidad Europea, gastando euros como locos y viajando por Europa cuando se nos diera la regalada gana. O en su defecto fuéramos un Estado libre asociado a los EE.UU. y no tendríamos el problemón ese del tramite de visas. No tuviéramos problemas para viajar a Gringolandia y no sospecharían de todos nosotros como «mulas» de los carteles de la droga. ¡Oh my god!  No nos revisarían minuciosamente, escudriñándonos hasta el trasero, en los aeropuertos pensando suspicazmente, por los siglos de los siglos que los colombian hombres llevan capsulas de drogas en los intestinos y en el ano y las colombian mujeres en la vagina. Los títulos universitarios de pre grado y posgrado hubieran valido la misma huevonada aquí en la Colombian que en Gringolandia y no como ahora. Ahora, un  ingeniero u abogado tienen que ir a lavar platos y a limpiar baños para enviar las mesadas a  the family. De haber sido así,  seguramente hoy no estuviéramos hablando engorrosamente de “El patrón del mal» ni de los Rodríguez Orejuela, tampoco de los Rodríguez Gacha, los Ochoa, los Charúas, los «Ñeñe” Hernandez,  los Marquitos Figueroa, «El hombre Malboro», ni del «Turco» Hilsaca,  ni de Varito.

Pero el temperamento de Simón, parecido al de Roldan el temerario lo convirtió en un obcecado paladín de la justicia. Le lanzó una piedra al panal de abejas del imperio español a ver que salía y bueno, triunfo a medias. Porque para terminar su obra se vio en la imperiosa necesidad de lanzar otra piedra pero esta vez contra la cueva de vampiros de la taimada aristocracia criolla. Las coordenadas eran correctas pero el objetivo falló, porque esta vez logró que se nos vinieran encima como nube negra que se extendió desde Punta Gallinas-Guajira hasta la  Amazonía. Hoy, después de 204 años, 7 meses, 1 día, 9 horas y 25 segundos, todavía nos la siguen chupando…¡la sangre…claro!…¡No jodaaaa…todavía siguen vivos! Parece que tuvieran vida eterna como Drácula. Pero conmigo se joden porque siempre cargo encima un crucifijo de plata  que le pertenecía a un cacique de la tribu Kalinago y que todavía no sé cómo carajos llego a mis manos. Así que…¡qué es lo qué es ah! Que hicimos el resto de colombianos para merecernos este karma? … ¡Óyeme diosito santo tu de aritmética nada sabias! (…) Óyeme diosito santo ¿en cual colegio era que tu estudiabas? ¿Por qué a unos les diste tanto en cambio a otros no nos diste nada? 

Algunos especulan sobre la muerte de Bolívar y sus despojos mortales. Dicen que en La Quinta de San Pedro Alejandrino (Santa Martha) están los huesos de un cachaco y que los restos mortales del Libertador fueron escondidos por los criollos aristócratas y taimados para que no se descubriera que Bolívar fue víctima de un homicidio por envenenamiento. En realidad no hay ninguna prueba que sustenten esa hipótesis.

El día de su posesión como Presidente de Colombia, Gustavo Petro solicitó que le entregaran la espada de Bolívar. Se quedó lacónico en ese momento. Debió pedir también el esqueleto del Libertador. ¡pilas mi Presi!…ese esqueleto también es de los colombianos. ¡Y pilas también! con el dueño del trapo rojo, el dueño del trapo azul y el dueño del trapo tricolor: rojo, azul y blanco. Esos animalitos del monte son intratables.

Cuándo Bolívar hizo el Juramento en el Monte Sacro en presencia de su maestro y amigo Simón Rodríguez: «¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!», se estaba auto postulando como padre de cinco naciones. No sabía el «berenjenal» en el que se estaba metiendo, aunque, al final, logró la hazaña con sobrados méritos.

Sin embargo, la revolución social de Bolívar quedó inconclusa. Triunfó el proyecto de la República señorial aristocrática en cabeza del felón Santander y su corte de mal paridos.

Es cierto que en lo que hoy es Locombia, la aristocracia criolla neogranadina de fines del XVIII, la de terratenientes y mineros de Popayán, la de comerciantes de Cartagena de Indias, la de encomenderos y letrados de Tunja y Santafé fue la élite que inició las Guerras de la Independencia. De la aristocracia de Popayán surgieron J. Félix de Restrepo, los Arboledas, José Manuel Restrepo; de la burguesía cartagenera salieron García Toledo, Manuel de Pombo, Castillo y Rada; de las aristocracias de Tunja y Santafé, Antonio Nariño, Baraya, Lozano, Ricaurte. Aun cuando no pertenecientes a esos troncos sociales, se formaron en su atmósfera cultural, Francisco de Paula Santander, Francisco Soto, Francisco Antonio Zea.

Sin embargo, a esa asonada de peluchines perfumados había que insuflarle vientos huracanados de una revolución social. Solo el genio del General Bolívar convirtió las guerras de independencia en una revolución social levantando insurreccionalmente a las masas de negros, indios y mestizos, con banderas de abolición revolucionaria de la esclavitud, la servidumbre, las tetas para “platilleros” y calanchines arbitrarios y los privilegios de clase.

Bolívar propuso: “Darle libertad automáticamente a los esclavos y siervos que tomasen las armas de la República; abolir el sistema fiscal fundamentado en las alcabalas y los estancos; la de desconocer todos los privilegios originados en la sangre o en el poder económico; la de crear la esperanza en la repartición de las tierras y la de abrir la primera escuela de democrática en los cuarteles, dejando que cada persona —sin ayuda de su sangre, de su color o dc su riqueza— pudiese conquistar un rango social”, escribe el economistahistoriadorsociólogoescritor y político socialista colombiano, Antonio Nossa en su obra: Dialéctica de la Democracia. “En última instancia, las corrientes que fluyen dentro de los cuarteles son las que constituyen «el pueblo activo», vale decir, el que toma las armas para defender un destino político. Es este hecho el que hace comprensible la actitud psicológica de Bolívar, respecto a quienes hablaban de la” voluntad del pueblo” ¿Qué pueblo? Alguna vez escribió: ‘El pueblo es el ejército’ (cito a García Nossa en su obra mencionada)

“Esa era una estrategia revolucionaria. La liberación de los esclavos no tenía la forma de una medida jurídicamente realizada, por medio de una previa y satisfactoria indemnización. La posición legalista se había amarrado a la tesis de la invulnerabilidad de un «derecho adquirido con justo título» : la posición revolucionaria se limitaba a negar la existencia de un derecho inicuo, constituido sobre una injusticia. El propietario pierde un esclavo, pero la sociedad recupera un hombre, era el principio elemental del nuevo derecho. Antes de terminar las guerras de Independencia  se habían restablecido, no casi todos, sino absolutamente todos  los impuestos coloniales, incluyendo la tributación per cápita sobre los indios: pero el primer impulso revolucionario Io dio la agitación de un principio tan simple como el de abolir las alcabalas, los estancos, los impuestos personales, los peajes, todo lo que constituía el pesado tren de cargas fiscales de la colonia. Esta era, al fin y al cabo, una manera de luchar el pueblo por su libertad” (cito a García Nossa).

“Si las clases ricas hubiesen dotado de cultura a las clases pobres, habrían quitado el piso a su propio poder. Ahí está el nudo del problema: la republica señorial confirió a las clases de arriba la misión de formar , cultural y políticamente a las clases de abajo por medio de una tutoría arbitraria y sin condiciones. Desde las guerras de independencia la república había descansado sobre ése pacto implícito: las “grandes familias”, que se han transmitido hereditariamente el poder público de generación en generación, han tenido bajo su responsabilidad el funcionamiento de la democracia, la formación del pueblo al que debían luego someterse (…) no puede conferirse a unas clases sociales el compromiso de hacer algo que sobrelleva su propia ruina”(cito a García Nossa).

 

MUERTE DEL LIBERTADOR

Bolívar, traicionado, proscrito, famélico y enfermo, se dirigió a Santa Martha. ¿Murió envenenado? “Sólo hay un aspecto extraño que debe ser incorporado a la investigación. Ocurrió que el día 12 llegó a San Pedro el coronel francés Luis Perú de Lacroix con una carta de Manuelita para el Libertador, pero no se la pudo entregar dada la situación en que éste se encontraba. Su llegada coincidió con un mensaje que recibió Mariano Montilla, en la que le denunciaban que en la casa del Obispo Estévez se encontraba hospedado el Dr. Ezequiel Rojas, uno de los hombres que participó en el intento de magnicidio contra Bolívar el 25 de septiembre de 1828. Tan pronto lo supo, Montilla se presentó en la casa del prelado, procedió a detener a Rojas y lo envió preso a Bogotá bajo la custodia de Perú de Lacroix.

No obstante, la posibilidad de que Rojas haya podido tener acceso a San Pedro Alejandrino para  envenenar al Libertador es altamente dudosa y peregrina. Cualquier intento suyo para entrar en la residencia le habría costado la vida, dado que allí se encontraba el general de división Mariano Montilla, comandante general del Magdalena, región en donde estaba ubicada Santa Marta, quien disponía de una guardia que custodiaba el área. Además, el presidente de la República de Colombia era el general en jefe Rafael Urdaneta, amigo incondicional del Libertador, quien había asumido la primera magistratura después del golpe de Estado que perpetró el 3 de septiembre de 1830, deponiendo a Joaquín Mosquera, electo por el Congreso Admirable, argumentando la necesidad de restituir el poder a Bolívar, quien se negó a reasumir el mando.  Los pasos de Ezequiel Rojas en Santa Marta han sido cuidadosamente investigados y el propio Obispo de Santa Marta admitió que estuvo hospedado en su casa en condición de amigo”( La  muerte del libertador de Colombia. Carlos Alarico Gómez).

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